ÁMBAR
NEGRO
Alexis
Naranjo
El silencio es un sonido, el más potente y profundo de todos.
Evelyn Glennie
He sido locuaz antes de recibir el
don del habla.
Soy una canción hasta el final
soy claro y brillante
soy duro, soy Druida
soy artesano, estoy bien hecho
soy una serpiente
soy la reverencia, que es un
receptáculo abierto.
Taliesin, El redil del ganado de los bardos
I
HEBDÓMADAS
LUNES
Ni miras ni escuchas lo que oyes y ves.
La prisa desgasta tus impulsos
el tráfago te tiñe el rostro
la impaciencia te encadena al revés
y con el centro de gravedad fuera de tu cuerpo
remontas por el caótico cauce del asfalto.
Brillantes colores acerados
pasan raudos por tu mirada (ni oyes ni ves)
mientras a los lados de la vía
merchachifles, saltimbanquis y tullidos
rompen la línea recta de tus citas y tus
cifras.
En la radio (¿ni oyes ni ves?) sones
de romance evocan placitas recoletas
el parloteo de las fuentes
el discurrir de las nubes
el declamar de jacarandás en flor.
De pronto, el tráfico se detiene.
De pronto, se te abre el nudo en el plexo:
has despejado por fin la fórmula del negocio
mientras, a izquierda y derecha, niños
andrajosos
hacen piruetas a la caza de tus monedas.
Y ahora avanzas, altos y llamativos los rótulos
que pautan la ruta del progreso
en tanto pájaros cibernéticos (¿oyes, ves?)
relampaguean por el católico, el mestizo
el soberano cielo ajeno de los Andes.
MARTES
I
Ese cacareo del gallo
que en la inhóspita mañana
se eleva sobre el tráfico y los gritos
—oh airoso reclamo
—oh variopinto despliegue
de tu corazón desolado.
II
Vas dejando huellas de fatiga
y te arden los ojos, ya oscuros y débiles.
En vano te dispones a oír algún acorde
sobre el ruido y la confusión de tu ciudad.
No ha llovido en mucho tiempo.
Nada florece
en la aridez de tu corazón.
MIÉRCOLES
I
Paciente erosión
mientras esperas un documento
entre corredores, teléfonos, secretarias y
guardias.
Afuera
¿brilla el sol?
¿sopla el viento por las calles?
¿levitan torres, cúpulas y campanas?
El funcionario
te mira inexpresivo, levanta los hombros
frunce el ceño.
Brutal erosión
de ese lado del tiempo.
II
A la entrada del mall
terroso, aindiado, solemne
el guardián con su revólver
te observa
te mide
te escruta
y con un marcial resoplido
te alienta a pasar
JUEVES
I
Abrí la ventana del vehículo
porque era espléndida la muchacha
que repartía volantes.
«Especialista en hechizos» leí
«y trabajos fuertes para el amor».
II
Cuando volví por el lugar
ella y otras dos jóvenes no menos bellas
habían acabado su trabajo y reposaban tendidas
sobre el césped del parterre, al pie de una
acacia.
En la radio, los sutiles arpegios
de Tomás San Miguel.
III
Imposible tomar una instantánea
a estas muchachas, me dije de pronto.
Pero pudiera, al menos, memorizar el centelleo
del sol
veteando sus pieles negras
y esa súbita risa que en sus grandes bocas
rojas
fue un fogonazo de nácar.
SAN
VIERNES
Oigo un croar de ranas tras la lluvia
la esperada lluvia, sí, y el cine (sure as fate: Samsara)
y la breve cena escucho ese croar, luego
un silencio y de nuevo ese croar…
Afuera, en la ciudad que reposa, brillan
apacibles
los faros de calles y avenidas; un último avión
deja su frágil huella de tiza en el cielo.
No hace falta, esta noche, prever
el inminente estrépito de discotecas y bares
ni el oscuro apareamiento de las ranas
entre yerbazales y charcos.
Tampoco hace falta prever la canícula
de mañana al mediodía, ni el feroz
desecarse de unos y otros entre la resaca
y el smog de tu recatada, impenitente ciudad.
SÁBADO
Aun tu más oscura pena es música
por el callejón de las campánulas
entre el oro y el azur de esta mañana.
Aun tu hipócrita plegaria es burbuja
entre los setos que rodean
estos viejos peldaños desgastados.
Y aun bajar a la rotonda es sobrevuelo
entre vagabundos y transhumantes
—tus sombras, tus intercesores.
DOMINGO
I
No te duela más que la prosa
ni melancólica ni hastiada de la vida
aunque en vano busques
otro tiempo y otro espacio
para divagar más allá de tu morada
en el intacto azur profundo
de un poema solitario.
II
Se quedó mi sillón crujiendo
cuando ya iba yo lejos
por la ruta que un pájaro
trazaba en el cielo.
En la habitación enfermó
mi sombra: ruinosa, se hundió
en el mueble, golpeándolo
con su puño, ah, solo de sombra.
Y yo me dejé ir—ir por fin
a la comarca que allá me espera
—diáfana, quimérica, inalcanzable.
ÉLITROS
DE
UN EUCALIPTO
Reseca y parda, la hoja
que recojo en mi camino
y desmenuzo entre los dedos
¡qué fragancia me regala!
¡y con qué rejuvenecedora elocuencia!
FAREWELL,
WHIMPER
Sin lastres
en el diáfano taller
los paisajes azarosos de tus lienzos
el dulcísimo vuelo de La leggierezza
el don de un poema y tu soledad—toda—
en el diáfano taller.
MÚSICA
PARA ARIADNA
Sobre el pardo día
sobre el tedioso camino
sobre tu trabajo echado a perder
de pronto y por azar
los clavicémbalos de Johann Ferdinand Fischer
te alcanzan y te envuelven
te sutilizan y te afinan
levísimo te tornan, sobrenaturalmente
delicado y gentil.
LA
MONTAÑA LU SHAN EN QUITO
En tu pequeño estudio
cayendo
de lo alto de su poema
vertiginosa
la
cascada de Li Po se despeña.
En la Vía Láctea
el mismo chisporroteo violáceo
al cabo de mil doscientos cincuenta y dos años.
MODULACIÓN
Imaginar que pudo ser la calle limpia
de la resaca que absorbimos.
Lisete Lantigua, Bajo el célico gris
Era, si acaso, una historia de hilachas
que el viento juntaba y separaba, hilachas de
blusas
y trajes raídos por la vida
por las faenas, el tráfago y las dudas;
era, si acaso, la historia deshilachada de un
encuentro
dos, tres, apenas pocos más
en oficinas, en cafés, en los ámbitos
más amables de las casas;
era, si acaso, una historia con hilachas de
vidas pasadas
y libros y viajes
y era sin embargo la tela misma
el más delicado satén y el finísimo lino
eran el satén y el lino rozándose
eran la sonrisa del satén y las arrugas del
lino
girando, bailando, elevándose entre soflamas
y antorchas, montañas y muelles
eran sus pliegues en los pliegues de un bandoneón
y una calleja, eran los repliegues de una noche
imposible y un soñar con girasoles en la boca
eran el satén y el lino entretejiéndose
eran la dulzura salobre y la amarga ternura
de los años idos, de los hijos
de los pies volubles y volátiles
del agua domesticada y silente de los grifos
del café con cinco cucharadillas de azúcar
y la hilatura en filigrana de unos poemas.
Pero eran las hilachas
de un bandoneón y un piano abandonados
de unas cartas de amor en un bazar
a treinta centavos la página
del más doliente rumor insular
(allá, allá, en la terrible soledad de aguas
refulgentes)
y de la abuela con el todo-se-junta-en-la-vida
y sin embargo eran
solo
hilachas
que el viento
juntaba
y separaba.
Érase pues un viento en hilachas
érase la tristeza de dos trajes separados
érase el baile que recordaba
el pespunte fallido de una lágrima
érase el bandoneón y el piano
en las hilachas de un encuentro.
ONOMÁSTICO
I
Al caer recibiste un golpe artero
en los omóplatos.
Ahora te atormentan
como un par de alas rotas.
II
Como el reptil y la máscara, ya no sueñas.
Como el reo y su sombra, no concilias el sueño.
¡Mas con qué alivio desgarras
esas alas que en la tiniebla te brotan!
III
A lo lejos, ulular de sirenas
trepidar de vehículos;
en el vecindario, ladridos, portazos
boleros de una voz aguda;
en casa, el largo y forzado reposo del cuerpo
que fue alcanzado por las Furias;
aquí y ahora
la pátina que avejenta el poema
como a los metales preciosos
la usura y el relente
la codicia y el óxido.
IV
A lo largo del día
se ocupó tu mujer de los cuidados
preparó el almuerzo la muchacha
el conserje lavó los cristales del vestíbulo
sajó la tierra el jardinero
y el guardián hizo sus rondas.
Colibríes y abejas
se afanaron en las corolas del balcón, zumbaron
caballitos del diablo en pos de su pitanza
y el bordoneo de una mosca no cesó.
¡Menos mal que lograste podar unas ramitas
del bonzai de las acacias!
V
Regocíjate, ha llegado el día.
Envejeció contigo el mundo.
Cesó la lucha con tu ángel.
No merodea ya el misterio:
apenas unos libros imposibles
y un rumor de máquinas
levantando tu ergástula.
TRAVEL
GEMS
Jadis, en Floride, sur champs d’émeraude et
piment L’Agneau Mystique paissait librement.
Alfredo Gangotena
...there is a growing pestilence in the land,
flooding the Midwest with the waters of the wrathful Mississippi, last year
razing the Sodom and Gomorrah of Florida.
Joyce
Carol Oates, Mark of Satan (Will you
always love me)
MIAMENSE
Por un instante captas la opresiva y lujuriosa
grandeza del conjunto.
Luego, ya estás ocupado en acelerar por la
I-95.
AVENTURA
MALL
Planta tu mirada
espejo sellado para
tu rostro en avalancha.
Y corcovea
en aquel cielo de estuco
huérfano de alcaloides
esperpento delicado.
Y cuando puños lapidarios
llamen a tu puerta, ve
a horcajadas del viento.
BLACK
BOX
Pantallas de alta resolución
compras con el rebaño:
certidumbres de cristal líquido
vivencias fractales
responsos clónicos
(tus pasos vas recogiendo
—caliginoso—
en los moldes divinizados)
SUNNY
ISLES
Verdores de lujuria
excremento
de papagayos
parloteo
de los plexos.
Y las jóvenes y las ancianas
ávidas
de inmersiones, contorsiones, reversiones.
¡Oh cuisses de grenouille sauvage!
De caza contra las arrugas
con
el narcótico de moda:
las gárrulas, las inexpiables
consignas
del sexo.
ELECTRONIC
BEAUTY
Abres la conexión
y aparecen las diosas
en su beat,
beat, beat...
¡Oh florecillas platinadas
oh boquitas virtuales!
¡Aplaudan
pues
ortopédicas
palmas!
¡HOLLY
SHIT!
Multitudinarios
aplausos al unísono truenan:
en
punto a contribuciones
el
filántropo zopilote ha subido en picada.
Se
habla de su inconmensurable
influencia
entre las super estrellas.
Para
el infierno de pordioseros, ¡han visto qué
donación!
¡such an amazing thing!
STARS
AND STRIPES
Ciclópea paciencia
a la entrada de los hornos:
flamboyanes, banderas, banderolas
y cucardas y el insomnio
y tu codicia.
Tantos documentos
para justificar tu inexistencia.
Y la molicie
cosiéndote los párpados
a la piedad de tus bolsillos:
tíckets 2000
cash 2400
Visa 1500
Aexp 683
Son: 6583
YOU
MEAN BUSINESS
I
De madrugada, codicioso desvelo.
¡Pierde cuidado! Ojos sagrados son los que te
miran:
de Dios, acaso; del Demonio, sin duda.
II
Próvidamente cicatera
esa otra cara de tus monedas.
III
Ni cara ni cruz:
de canto caerá tu última moneda.
OUTSIDER’S
INSIDE
Pero si es tan solo tu cuerpo
en mil escaparates repartido—clearance
prótesis de maternidad, búcaros y
piedras preciosas para recreo de otros ojos
—ah, rielar de ávidas pupilas.
Pero si es tan solo tu cuerpo desintegrándose
—calcinación salvífica
y los oficiantes congratulándose
en impávidos monitores.
¡Adelante! Si tan solo es tu cuerpo
reciclándose en ataúdes a prueba
—fosco
metastásico
impenitente.
HAPPY
ENDING
Plúmbeos
tus
fragmentos zumban
ácido sudor frío
circuitos cerrados
mall hipertélico.
¿Paseabas ecuatoriales huesos?
De la procesión descabezada
¡qué coágulos estallan
en tu calavera de sedentario!
II
¡ÁBRETE
SÉSAM0!
ÁRBOL
SUSURRANTE
¿Te amedrentaba el blanco
el
blanco
sibilino y atronador?
¡Ea! Ahora cultivas en silencio
las azaleas purísimas
del jardín de Takuboku.
DICIEMBRE
SEIS
¿Cohibido? Tres mil años de escritura te
preceden.
¿Fatigado? Treinta años de pergeñar a tus
espaldas.
¡Vamos! Aunque tus manos ciñan fantasmas
¡que afuera estallen bengalas, diablillos y
petardos!
POIESIS
¡Vergüenza de ti!
¡Con todo lo que has bebido
para inspirarte y ahora resulta
que
bailas y cantas
como un borracho cualquiera!
¡Vergüenza de ti, Baco viejo!
MUSA
¿Vestirte? ¿Ataviarte?
Mejor aquella desnudez
la afrenta de tus heridas
la palidez de tus manos
la frialdad de tus pies.
Mejor aquello
que el sedoso oprobio de una mentira.
Mejor aquello
que la insidiosa sed de un poema.
ABJURANTES
Es el aleteo del pájaro insomne
despejando tu voz
en la cornisa del sueño.
Es la salamandra en llamas
hechizando tu muerte
con su silencio hereje.
Es el grito de la astromelia
a orillas del Ganges
y la sangre del astrolabio.
hundiéndose en sus arenas.
Pero son la esfinge
la pirámide y el camello
en el punto en que coinciden
con el mascarón de proa
entre los regalos suntuosos
de tu decapitado poema.
IN
MANU ESSE
Silencio de alabastro tu voz
que habla de la luz lapidada y resurrecta.
Idolatría de despojos rizando el rizo
que de lo oscuro a lo más oscuro te eleva.
Bálsamo del abismo más allá de la cruz
peana del cielo en el vientre virgen
rezumando estigmas de amor.
Mutuo joyel socavando el axioma
del Altruista en el singlar de la fe.
Órgano arcaico y arcano, oh dador
tu desnudez, tu feroz mansedumbre, vate etrusco
colocando espejos en las manos de los muertos.
Sombra flamígera tu llamarada de peces
oro oculto el de tus fraguas:
potencia soterrada de las ruinas
removiendo la noche y fecundándola.
¡Y todo adentro!
Sangre de mandala en
pluma de pavo real para el manuscrito hereje
izquierda mano espermática sobre el vientre
sagrado.
¡Y todo afuera!
Viento magnético en
la concha propiciatoria
fragancia núbil, azar infuso
morada especular
incendio de susurros
acariciando tu apetito de absoluto.
¡Oh dador, tu mandamiento!
EN
SU CENTRO VACÍO
Deja entonces que el poema acumule avaricioso
aquello que de ti vas desprendiendo:
gestos, luz, pulso, gritos
artificio, sombra, secreto, secreción
zozobra, ruina
vínculos, cimientos, viveros
brechas, colores,
pasadizos, monólogos, alvéolos
vocablos, brotes
símbolos, escritura, jadeos
horcaduras, subterfugios
conmociones, negaciones, afirmaciones
fetiches, frutos, ofrendas
compromisos, máscaras, testimonios
incandescencias, tachonazos
didascalias, holoturias, opoparikas
y zib, nab, zib, nab…
III
RESTITUCIÓN
DE LA SOMBRA
PSICOPOMPO
¿Hablar con tus antepasados?
¿Impaciente
sin haber dado los Siete Pasos?
—¡Que al menos tu huso
no hiera su cielo!
ÚLTIMA
ESCUDILLA
(Echar en la marmita tomillo silvestre
enebro y corteza de pino)
Con
tus horas amargas
alimentas esas brasas.
Con sueños que nada deben
al aire de las cimas
ni a las islas remotas
ni a los colores de la aurora
alimentas estas brasas.
Con tu frío
tu estéril
tu vivaz despojo
alimentas esas brasas.
LAPIS
ANIMATUS
Pasó rozándome tu voz
mas iba demasiado en ella
gozos, degolladas joyas
y
jirones
rachas
despojos al viento.
MUDANZA
¿Tanto te pesa la carga que llevas a cuestas?
Tu columna… ¿no injuria e implora?
¿No subes con el corazón en la boca?
¿No se esfumaron hortensias, campánulas y
picaflores?
¿Y tan grises se tornaron de repente
el callejón, el mediodía y tu cuerpo?
¿O es que ya te echas la vida a la espalda?
AGNICIÓN
Y qué farda le debes a la parca
si traes heno en el cuerno
y has molido el grano de la dicha
y has apurado su bálsamo, que es
un sacramento vacío
un resplandor desolado.
CENTRO
DE GRAVEDAD
Tanto
te vale decir que vives o desvives
mas
qué mojón sangriento tu roca voraz
y
ese apremio por volverte humano, guiño feroz
de
tus ceñudas mercancías: ensimismamiento
en
fuga, hueco urbano y extramundano
ruido
calavernario, aposento sin anchura
descarnadura
atroz…¡y que los dioses te cojan confesado!
oh
engendro de alas foscas e insumisa faz
oh
vestigio, grimorio, mordisco de jeroglifo.
Dicho
sea al fondo de tu catadura: tanto te vale
vivir
como desvivir mas qué mojón candente
tu
roca solitaria y ese apremio por volverte
humano,
y ese tu vellocino sarmentoso
y
ese tu plumaje brutal.
LUNACIÓN
Salva
tú cuanto quieras salvar
los
mitos de la infancia
o el
hálito de tus sueños
mas
deja intacta la desventura
aherrojados
los días en su noria
gélido
el yermo bajo la casaca
y
ese afán al desgaire
de
apostrofar a tu sombra.
Salva
tú cuanto quieras salvar
aquella
música por momentos grave
por
momentos ligera
o tu
bárbaro y arcaico poema
mas
deja intacto
ese
levantar la testa contra los cielos
ese
abominar de sus criaturas
ese
desesperar de lo humano.
¡Y
que tu acto de fe resplandezca
con
la mística revelación de la nada
al
pie de tu sepulcro!
BARDO
in
memorian, Henry Klein
Ni una palabra al romper el día
ni un gesto que delate lo que has visto
la herrumbrada puerta, los libros y
los discos, el polvo acumulado.
Guarda entonces el silencio de tu amigo:
su última copa será para ti
y acaso su temblor en el gatillo.
Y olvida sus discretos ornamentos
sus feroces heridas
mas deja que su rana-príncipe retoce al fin
en las charcas del amor.
DEVENIRES
PEREGRINO
et non erat qui cognosceret me
(Salmos, 142, 5)
Ya no te alcanzan
ni el viento que ulula
ni la lluvia intempestiva
ni salen de tu sombra
pájaros de mal agüero.
Aunque
has perdido pie
has
vuelto.
Aunque has perdido pie
y
rostro
y palabra
has vuelto.
TEMPESTUOSO
Rodaste al abismo del oído
a juntarte con la serpiente alada de Nubia
y tus paredros del Dharmadhatu.
Ahora guarécete de tus dobles
—esos vástagos del trueno y el relámpago.
INTOCABLE
A orillas del desierto
sin que nadie ose acercarse
mueres y naces
naces y mueres infinitas veces
para saciar tu miseria
para domar tu serpiente
para exorcizar tus cadenas.
Pues ni a los dioses
ni al vacío pliegas
oh íntimo paria.
ENCUENTRO
Se viste tu mansedumbre de oro
con túnicas de amor y máscara de piedra.
Mas ten cuidado:
dádiva eres para el lapidado de ti
y apenas lo adviertes
cuando recibes en pleno pecho la música
de sobrenaturales cuerdas
con qué lástima tras haber mirado como nunca
el cielo—espléndido y vacío
mientras te levantabas para partir
mientras mansamente te levantabas para partir.
KARMA
No atronará el místico silencio
ni mi ojo cetrero atisbará en tu bosque sagrado
no guardará ceremonias tu taza de té con la mía
ni llenará el día un escamoso rumor de
renacimientos:
paria de tu reino
no llevaré a tu manera un hábito de difunto
ni contemplaré en mi espejo la sombra de un espectro
no alabaré tu cetro de abnegada estirpe
ni plegaré al Óctuple Sendero y las Tres
Canastas:
paria de tu reino
no devendré polluelo en la yema de tu mente
pero cantaré, sí, cantaré
al noble suicidio innúmero del nacer
y a la vida que torna y retorna
y de mi canto brotarán la grana y la semilla
y de ellas florecerá una vez más tu higuera
oh mi punzante, evanescente Buda.
III
LA
CASA DEL INCIENSO
Celebré
un banquete en la casa del incienso
pero
los dioses airados nunca están satisfechos.
Genro,
Tetteki Tosui. La Flauta de Hierro
Si no ves la puerta de entrada
prueba a encontrar la de salida.
De pura jactancia, una consola
en todo igual a la vaca de la abundancia
brilla en el vestíbulo.
Salúdala, te ruego, con un gentil mugido.
Si
no ¡ojo con el montaraz de su macho!
Ya adentro, quizá no logres estarte quieto
aunque acabes por sentarte
en un sillón con patas de carnero.
Al punto te encontrarás saltando
entre las rocas del monte.
¡Larga
ventura a tus balidos!
En el salón hay una piedra
para empedrar de solemnidad las reuniones.
Si has de usarla, ¡cuidado te machaques los
dedos!
Te recomiendo lucir un sombrero de Jipijapa
sobre tu cabeza, o bien el sol ecuatorial
del artesonado te hará desgañitarte en vano
por una sombra.
Una nube pequeñita y sonrosada llueve
en el lavamanos. Antes de enjugarte el rostro
dos veces piensa, amigo mío, piensa dos veces
en los suculentos manchones de tu alma.
Te ofreceremos primero una bandeja
de briznas frescas. Quizás aprecies
el gesto, tan verde y delicado. Si no
te tocará hacer abluciones con copete
y todo, como pavo real en resaca.
Nuestra conversación será como la mar
luego como las olas, luego como la arena
luego como las nubes. Y después…
¿nos pondremos a buscar peces en el aire?
Anaranjada iluminación de la cocina.
Las alcachofas adolecen de ira poética por
llamarse así.
Las zanahorias buscan nimbos de granadilla o de
azafrán.
El resto de vituallas, qué ganas tienen
de comportarse prosaica, lacónicamente.
En las cacerolas, dejémoslas estar.
¿Guardas algún precepto? Si no, mucho me temo
que la alacena no te aguarde con impaciencia.
En la habitación que antaño ocupara Chao-chu
has de abolir todo lo habitable. Tu nombre
mismo ¡deshabítalo! O bien
te quedarás en la ventana contemplando el
paisaje
y con la cabeza tapada.
Al descampado del estudio nadie saldrá
a recibirte. Pero bien puedes tú mismo
darte la bienvenida.
El río que fluye del sótano al altillo
sube al revés, como cascada inversa. Tal vez
te parezca de polvo, de polvillo de oro
de polvareda de oro viejo o de fosforescentes
pelusillas.
Poco importa pues los afluentes provienen
del límpido manantial de los ancestros.
Biombos de papel de arroz son las paredes.
Intenta atravesarlas:
te llegarán misivas urticantes.
Y
qué utilería de muerte exorna la mesa.
Argentados tridentes para saciar toda culpa.
Filísimos cuchillos para viandas
propiciatorias.
Tenacillas de marfil para finuras sibaritas.
Mensajes del trasmundo en cada bocadillo de
mariscos.
Cuando subas las escaleras, yo las bajaré.
Cuando rías, me echaré a llorar.
Así las cosas ¿de qué valdría quejarse?
Yo sólo podré escucharte cuando, ahítos de
palabras
hablemos en silencio.
O será mejor cavar en el techo.
También los dioses lo hicieron, y el cielo no
se desplomó.
Los vientos de invierno dan vueltas
por
el zaguán, por la boca de la chimenea
por los cajones de las cómodas, por las
lámparas
por los pies agarrotados. Señal de que la
bienaventuranza no suple en balde
las heladas falencias del tiempo.
Por el
jardín pasea una tortuga. ¿La conoces?
En la oquedad de su carapacho te aguarda
el secreto de su longevidad.
¡Ea! quemaremos incienso,
levitaremos con su fragancia.
Y escucharemos a un pino cantar bajo la lluvia.
Como buen augurio, el piso del sótano
es de color celeste
de la planta baja, sepia
del segundo, ámbar
del desván, verde musgo, muy intenso.
Y aunque ruja, dificilmente vas a confundir
al ratón del altillo con un león de la selva.
Muy bien, ¿pero el rugido?
Nadie en casa tiene el corazón de espinos
ni de hierro ni de cristal. Víscera de sangre
y músculos, nada más. Cálida, eso sí.
En la sala de estar, té, por supuesto.
Palmaditas en la espalda
degustación, sobriedad. Tokonoma.
O quizás: «Tu zen es mejor hoy que pasado
mañana».
Así como tú, que ensimismándote
estás aquí y no obstante estás allá
aquel que nos entienda
aquí estará y también allá.
Quienquiera nos escuche, podrá vernos.
Atontados, los butacones, las alfombras
las estanterías, los bombillos
el perro guardián, los interruptores, el
sacapuntas. ¡Cuántos errores civilizados!
En el centro exacto de la casa
peonías, 9 pececillos dorados, el nido del
pájaro lira.
Si llegas tarde al comedor
será porque la casa ha dado buena cuenta de tu
reloj.
Por lo demás, siendo tú de otra época
apenas importará tu retraso.
¿No
eres de la época del amor virtual?
¿De la esclavitud de la luz? ¿Del celular? ¿Del
clon?
Eres mi tatarabuelo, pues.
Por favor, bájate del taburete.
El cocinero es un mago con sus manos
regordetas.
La muchacha sacude airosa las sábanas.
El conserje le silva tonadas furtivas.
Mi esposa mantiene, ordena y embellece
todo el ámbito. Los chicos lo desordenan
dándole vida y alboroto. Sólo yo, en mi pupitre
me aplico sutil a interminables naderías.
Un objeto, otro, un millón de objetos
han de registrar tus ojos, sin verlos ni
mirarlos.
¿Te levanto su inventario? Hasta el sagaz
sapito del jardín tropezaría
con el quid de esta cuestión.
Ladrón actuando a hurtadillas, así tú
si osas divulgar los secretos de la casa.
Aquí
despilfarramos herencias, veranos
sueños, juventud, amores, enseñanzas.
Pero no lo cuentes, te ruego, no lo cuentes.
Para meterse en la cama uno ha de tallar
de antemano una llave, una orquídea y un dedal.
—¿En qué materia?—quieres saber.
—¡Hombre, ve a que el sueño te lo aclare!
¿Soñar?
¿Soñamos? ¿Sueños?
Son las once de la noche. ¡Número gemelo!
El tesorero de la Casa de Valores
manda llamar a los monjes mendicantes.
¿O vamos a castigar a la luna con un bastón?
¿Y qué dirías de jugar una partida de
bastonazos?
¿Solucionaría eso tus problemas?
Los míos, con un buen golpe, y de golpe
la Naturaleza toda, espléndida y gorjeante.
Durante treinta años hemos vivido aquí.
Nuestros contemporáneos apenas nos reconocen.
Con todo, puedes estrechar estas manos que
celebran tu estadía. ¿Duele el bastonazo?
Si caes enfermo
una copita de sed
dos cucharadillas de hambre.
—¿Que cómo puedes tocar esa flauta
que es una varilla de hierro compacto?
—Pues soplándola al revés, en el patio
donde nada nace, mas nada muere.
Pero mira: en el macetero del balcón
las abejas siguen desflorando aquella
virginidad.
Y debo perdirte perdón por confundirte a ratos.
Es que la confusión me sienta
como el sobretodo
a mi sombra.
Por eso, cuando me seque, amargo como la
quinina
desgráname, muéleme, guárdame.
Y cuando tengas fiebre, acuérdate de mí.
Pues bastará una letra y todo estará dicho.
Una
letra, esbelta, invisible, única.
Con que un día te mostraré mi caligrafía.
Más bien, una noche y en sigilio:
es caligrafía lunar.
Así, sin palabras, con un mazo o un matamoscas
te he de atrapar, silencio.
Entre tanto pongo mis manos al fuego
por vos, luciérnaga, pavesilla errante.
Aunque de golpe, inocencia, te encuentre
volando para atrás.
Y mira: el ideograma grabado en el cristal de
tu ventana
representa una mariposa.
Si te acercas mucho, se va volando.
A veces hemos de medir las cosas, verbigracia
el dintel de las puertas o el panel de una
mesa.
A veces, les ocurre lo propio a los huéspedes.
Entonces miden vidas con parecida vara.
Incómodos al comienzo
al cabo nos acoplamos y aun discutimos:
«¡Tres más que tú!» «¡Ocho menos que él!»
Ah,
un día miraré de Naciente a Ocaso y de Ocaso a Naciente.
A la
postre, cosas y seres medirán lo mismo.
«Cierra
los ojos, cubre tus oídos, tapa tu boca».
Venerable exhortación que aquí cumplimos al pie
de la letra.
Si no ¿cómo veríamos, cómo
oiríamos, como cantaríamos?
Pródigo quien así desvaría.
Pero…¿ya
habrá hervido la leche?
Y los vehículos ¿están en el
garaje?.
A guardarlos ahora mismo ¡sin toparlos, por
favor!
Y ojo, que si alguien pasa por detrás de la
casa
es que padece de mala vista.
Por cierto, del mundo de las apariencias
te salvará el espejo al fondo del pozo.
¡Pero cuidado te caigas!
Y quedas avisado que durante las siestas
urdimos los detalles de nuestras ordalías
fogatas, ceremonias, orgías y algazaras.
Y en cuanto despertamos, corremos a
cerciorarnos.
Por lo demás, qué pacífica es la reclusión de
nuestras deudas.
Hasta que los bueyes asoman, con un maletín
y al amanecer.
Lo cual nos dispensa de dar media vuelta y
desaparecer
para luego, en otro giro, reaparecer.
¿No somos veletas al viento incausado del
karma?
Y es que, de cara al tapial, hay una sola alternativa:
o miras la tapia
o aprendes a mirar a su través.
Además, ninguna silla camina tan bien como tus
muletas.
Asimismo, la talla de madera que preside el
salón
tiene mil ojos pero solo uno de verdad:
aquél con que miras lo real.
¿Fantasías del reino animal? ¡A ducharte en
agua fría!
Luego, ni almohada de madera
ni colchón de plumas. Los sábados se cambian
las sábanas. El ruiseñor canta los viernes
de seis a doce del meridiano. Los demás
días, petirrojos, palomas, mirlos y jilgueros.
Y toda clase de frutos para ti:
sólo sabrás de la casa al cosecharlos del árbol
perenne y sin raíces, del jardín.
Mas ponte cómodo.
Los roperos son tuyos. Prendas sin uso.
Acepta, te ruego, los ornamentos de
nuestra desnudez.
Y si
extrañas tu lecho, al menos
confórtate
con éste, suspendido de noche
de
los sueños de las aves.
Acaso quieras entonces retirarte temprano
y empezar el día con pie de tórtola.
—¿Que qué es lo extraño de esta casa?
—Ay, te daré el día franco.
En realidad podrás meditar a gusto.
Y serán loados tus deseos de fiesta.
¿Pero tendrás sutileza bastante
para el vino casero? Ha transmigrado
a través de los cinco mundos.
A decir verdad, los días que habites en casa
te cambiarán—así lo creemos— como los años
que
vivas en cualquier otra parte.
Siempre que sea bajo un arco iris, como acá.
Con tu presencia
nada cambiará ni por encima ni por debajo de la
casa.
Sólo muy adentro, en su pulpa de guanábana.
Suficiente para echar raíces.
Pero querrás partir.
¡Albricias: se quedarán tus siemprevivas!
—¿Y las tradiciones de la casa?
—¿Es que no encuentras la manera de decir
adiós?
Volverás las espaldas, sí, pero lo harás sin
remordimientos.
Sobre la alfombrilla de la entrada
formalmente
te inclinarás.
Y te irás.
CONTENIDO
I HEBDÓMADAS
LUNES
MARTES
MIÉRCOLES
JUEVES
SAN
VIERNES
SÁBADO
DOMINGO
ÉLITROS
DE
UN EUCALIPTO
FAREWELL,
WHIMPER
MÚSICA
PARA ARIADNA
LA
MONTAÑA LU SHAN EN QUITO
MODULACIÓN
ONOMÁSTICO
TRAVEL GEMS
MIAMENSE
AVENTURA
MALL
BLACK
BOX
SUNNY
ISLES
ELECTRONIC
BEAUTY
¡HOLLY
SHIT!
STARS
AND STRIPES
YOU
MEAN BUSINESS
OUTSIDER’S
INSIDE
HAPPY
ENDING
II ¡ÁBRETE
SÉSAMO!
ÁRBOL
SUSURRANTE
DICIEMBRE
SEIS
POIESIS
MUSA
ABJURANTES
IN
MANU ESSE
EN
SU CENTRO VACÍO
III RESTITUCIÓN
DE LA SOMBRA
PSICOPOMPO
ÚLTIMA
ESCUDILLA
LAPIS
ANIMATUS
MUDANZA
AGNICIÓN
CENTRO
DE GRAVEDAD
LUNACIÓN
BARDO
DEVENIRES
PEREGRINO
TEMPESTUOSO
INTOCABLE
ENCUENTRO
KARMA
IV LA CASA DEL INCIENSO
ÁMBAR NEGRO
©Alexis
Naranjo
©Colección
El Verso No. 2 - Corporación Cultural Orogenia
Quito,
abril de 2007